El operativo realizado esta semana en el barrio de Flores por la policía de la ciudad contra manteros contrasta con lo que sucede con estos mismos trabajadores en España. El Departamento de Desarrollo, Cooperación y Migración, del ayuntamiento de Valencia acaba de presentar un plan para que los 400 manteros de esa ciudad regularicen su situación laboral mediante la creación de una cooperativa u otro mecanismo asociativo para que puedan vender sus productos en un predio asignado por el gobierno local, a condición de que esa mercadería no sea una falsificación de marcas. Existe un antecedente en Barcelona que impulsó a los manteros a crear su propia producción textil.
La actividad de los manteros ha generado controversias en los distintos países en que esta modalidad de venta se ha instalado en las calles. En Buenos Aires, el gobierno porteño optó por la política persecutoria que busca sacar de las calles a los trabajadores sin darles una solución. Desde 2016 hubo violentos desalojos en los barrios de Once, Liniers y Flores sin que se les ofrezca a los cientos de vendedores ambulantes ninguna propuesta alternativa para no perder su fuente de trabajo. La única opción que brindó el gobierno porteño en el caso de Once fue un predio marginal con escasa circulación sin ningún otro apoyo.
A diferencia de esta postura meramente represiva, en Valencia se acaba de dar a conocer un plan para que los manteros se asocien y formen una cooperativa u otro tipo de organización legal que les permita regularizar su situación y les dé la posibilidad de vender en un mercado facilitado por el ayuntamiento para la venta de sus productos. El proyecto establece que los propios vendedores ambulantes propongan sitios en los que podría montarse el mercado y que se les facilite el registro comunal para que puedan tributar y así evitar las multas de 300 euros que pagan actualmente. La condición que se les impone es que no vendan falsificaciones
En Barcelona, funciona desde hace un año un sistema similar con éxito. La prohibición de vender falsificaciones de marcas conocidas y fomentar que los productos que ofrezcan sean artesanías o producciones propias les abrió a los manteros un camino hacia la producción popular. En abril, el Sindicato Popular de Vendedores Callejeros, que los agrupa, presentó la primera colección de ropa producida por un grupo de manteros, un proyecto que sus impulsores piensan poder comercializar en breve.
Como en la Argentina, muchos de los manteros españoles son inmigrantes africanos. La idea de regular su trabajo también es propuesta como una posibilidad de tener arraigo y poder tramitar la residencia que les permita trabajar sin persecuciones. Por la precariedad del trabajo, tanto los manteros de la Argentina como los de España comparten la falta de acceso a los derechos económicos elementales como el acceso al crédito, la tecnología y los canales de comercialización.
La propuesta española de formación de una cooperativa de manteros, la posibilidad de un centro propio de comercialización y la ayuda para la residencia, no puede solucionar otros aspectos centrales del conflicto como el creciente problema xenófobo que acompaña al movimiento migratorio en el continente europeo. Pero pone al Estado en un rol facilitador que es indispensable para que el trabajo en la base social pueda desarrollarse.