En las localidades costeras donde hay producción pesquera uno de los problemas que se presenta a las comunidades es la falta de tratamiento de los residuos de la actividad, que generalmente terminan en los vertederos como foco de contaminación o en las propias aguas de donde se obtiene el recurso.
Ese tipo de residuos orgánicos tiene un posible aprovechamiento integral en diversos usos con la intervención de tecnologías adecuadas, que por lo general no resultan muy onerosas. Una de las utilidades más comunes es la producción de harina de pescado, que se utiliza para la elaboración de alimento balanceado. Los residuos pesqueros son uno de los principales insumos para la fabricación de esta harina.
En Puerto Madryn, hay un proyecto de organizaciones sociales que propone aprovechar los residuos del langostino de los que se obtiene el quitosano, una sustancia de múltiples usos industriales. Es un fungicida que evita el deterioro de los vinos, en medicina se usa en vendajes para reducir el sangrado, ayuda al crecimiento de las plantas, sirve para el depurado de aguas y se aplica en la producción de quesos y cosméticos, entre otros usos. Hoy el quitosano se importa cuando la Argentina está en condiciones de producirlo al igual que las harinas de pescado, dos rubros en los que Perú es un ejemplo productivo a seguir en la región.
Respecto del quitosano, la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) está investigando la sustitución de importación de esa sustancia y el aprovechamiento de los residuos de pesca desde su Centro de Investigación y Desarrollo en Criotecnología de Alimentos (CIDCA).
En la región de La Araucania, en Chile, existe un programa piloto, financiado por el Ministerio de Desarrollo Social y Familia y ejecutado por la Corporación Norte Pesquero que se propone involucrar a los pescadores artesanales en la cuantificación y registro de los diferentes residuos marinos que se generan en las caletas, caracterizando sus principales fuentes, para luego identificar iniciativas para la reducción, reutilización y reciclaje de los distintos desperdicios marinos que se describan en cada caleta, proponiendo al final una oportunidad de negocio que sea anexa a la labor del pescador artesanal, presentándose como alternativa para mejorar los ingresos y la situación social de los trabajadores del sector.