En septiembre de 2017, Puerto Rico sufrió la destrucción en gran parte de su territorio. El sistema eléctrico colapsó en toda la isla, más del 50 por ciento de la población quedó sin agua corriente y las pérdidas materiales sed calculaban en unos 90 mil millones de dólares. Frente a este panorama desolador y sin recursos, las comunidades portorriqueñas comenzaron a organizarse y atender sus necesidades elementales mediante la construcción de viviendas, comedores populares, huertas comunitarias y espontáneas alianzas de científicos y trabajadores.
¿Por dónde se empieza cuando el panorama es la destrucción casi total? El 21 de septiembre de 2017, el paso del huracán María destruyó el sistema energético de la isla, inutilizó gran parte de sus rutas, dejó incomunicado al 95 por ciento de los usuarios de celulares, más de la mitad de la población se quedó sin agua segura para su consumo, provocó serios problemas de suministro de combustible, estudiantes sin escuelas y 60 mil hogares sin techo. Aunque Estados Unidos envió tropas para organizar el desastre y ayuda económica para atender las urgencias, la población afectada estaba aislada y en situación de emergencia.
Uno de esos ejemplos es el de los residentes en Tallaboa Alta, Peñuelas, donde un grupo de mujeres creó un huerto hidropónico llamado La Moca Garden, cuya función es asistir a la seguridad alimentaria de los vecinos y generar puestos de trabajo en una de las zonas más desfavorecidas de la isla.
La idea es llegar con alimentos sanos y a bajo precio para fomentar la cooperación entre vecinos. El proyecto está apoyado por Acción Social y surgió luego de un estudio de necesidad en el que la comunidad optó por impulsar el proyecto del huerto.
Algo similar sucedió en el barrio La Loma de la Niña Mariana, en Humacao. Una zona que no tiene luz ni agua potable. Allí se organizó el Proyecto Apoyo Mutuo que consiguió paneles solares para tener puntos de energía, desarrolló un sistema de recogido de agua e instaló filtros comunales para que los residentes utilicen agua del río. Sin ayuda gubernamental y con escasísimos recursos, los vecinos decidieron reunirse e ir atendiendo cada necesidad de forma colectiva.
Inspirada en muchas de estas iniciativas, la directora de cine Sonia Fritz acaba de estrenar un documental sobre el proceso de reconstrucción de Puerto Rico, un trabajo con el que pudo constatar que la autogestión comunitaria tuvo y tiene un papel preponderante en la nueva sociedad que surge tras el desastre climático más importante que sufrieran los portorriqueños desde 1928.
En su trabajo Después de María, las dos orillas, Fritz muestra el intenso trabajo de las comunidades para levantar viviendas, comedores que alimenten ancianos y chicos, biólogos que se unen a los pescadores para recuperar redes y retomar la actividad pesquera, agrónomos que organizan huertas y un espíritu solidario que fortalece los proyectos que surgen de la reunión comunitaria.
“Una de las cosas que decimos en Puerto Rico, cuando hablamos de la crisis económica y que tenemos un sistema político disfuncional, es que no tenemos un proyecto de país y, sin embargo, en este documental se ve claramente que hay un proyecto, tal vez sea difícil articularlo desde el Gobierno o el Congreso, pero es un proyecto de país”, resaltó el economista Juan Lara, en el debate posterior a la presentación del documental, estrenado el último 21 de septiembre.
Otra de las panelistas, la escritora Ana teresa Toro, expresó que la gobernación de la isla debería acompañar esas iniciativas populares con mayor responsabilidad: “La gente está resolviendo sus problemas con mucha velocidad, está muy adelante, y el gobierno todavía está mirando para otro lado”.
La otra orilla a la que se refiere el documental es Florida, el estado norteamericano que recibió la mayor oleada de ciudadanos boricuas que pudieron escapar del desastre. El éxodo es un tema central para la estrategia de reconstrucción de Puerto Rico. Se calcula que la población actual de la isla es de 3,2 millones de habitantes y que 5,6 millones han emigrado en busca de oportunidades en los últimos años y a partir del desastre que arrasó Puerto Rico.
Sin recursos ni apoyo oficial resulta difícil pensar que la autogestión puede convertirse en la solución, más allá de ayudar a superar las urgencias. Sin embargo, la unidad comunitaria demostró que los sectores populares están capacitados para hacer frente a los problemas extremos e identificar soluciones con un alto grado de eficacia con el apoyo de especialistas. Los portorriqueños que han seguido esta evolución creen que un plan estratégico que tome como base ese potencial autogestivo para atender necesidades sociales debería ser el motor de la nueva sociedad reconstruida.