Los defensores del neoliberalismo plantean sus recetas económicas como verdades científicas inobjetables y desestiman cualquier crítica o refutación de esas teorías. Para demostrar que esas ideas no se ajustan a los hechos, inauguramos una sección de opiniones de especialistas de todo el mundo que argumentan contra las trilladas muletillas que utilizan funcionarios lobistas y organismos internacionales de crédito desde hace décadas. La primera voz que reproducimos es la de Manuel Muñiz, decano de la Facultad de Relaciones Internacionales de la IE University y uno de los responsables del Centro Belfer de Ciencia y Asuntos Internacionales, de la Universidad de Harvard. Las citas fueron extractadas de un artículo publicado por el sitio web project-sindicate.org, bajo el título: “El crecimiento económico ya no es suficiente”.
El problema de la distribución de la riqueza
Los datos macroeconómicos de las economías avanzadas del mundo pueden ser desconcertantes si se los considera de forma aislada. Pero cuando se analizan colectivamente, revelan una verdad inquietante: sin cambios en cómo se genera y distribuye la riqueza, las convulsiones políticas que han azotado al mundo en los últimos años solo se intensificarán.
Considere, por ejemplo, salarios y empleo. En los Estados Unidos y en muchos países europeos, los salarios promedio se han estancado, a pesar de que la mayoría de las economías se han recuperado de la crisis financiera de 2008 en términos de PIB y crecimiento del empleo.
El “precariado” ¿una nueva clase?
El empleo también parece estar funcionando de forma anómala. La creación de empleo, donde ha tenido lugar, ha seguido un camino diferente al que la historia sugiere que debería. Por ejemplo, la mayor parte del crecimiento del empleo ha sido en ocupaciones de alta destreza o de poca habilidad, vaciando el centro. Muchas de las personas que alguna vez formaron parte de la clase media occidental ahora forman parte de las clases media-baja y baja, y viven vidas económicamente más precarias que nunca antes.
Debería ser evidente ahora que muchas de las economías del mundo están experimentando algún tipo de cambio estructural, y que como consecuencia de ese cambio, el triángulo de distribución «empleo-productividad-ingreso» se ha torcido. Este cambio de paradigma ha llevado a la erosión de la clase media occidental y al surgimiento del precariado , una nueva clase socioeconómica que comprende no solo a aquellos que no pueden encontrar un trabajo, sino también a aquellos que informalmente, casualmente o de otra manera están inseguros.
Para comprender por qué se han producido las desviaciones de las trayectorias económicas esperadas, no hay que buscar más allá del impacto de la tecnología en los empleos. Las tecnologías avanzadas, particularmente la computación avanzada y la robótica, han permitido que aumente la productividad sin un aumento correspondiente de los salarios. La mayor riqueza generada por una mayor productividad va en cambio a los propietarios de estas tecnologías.
Más productividad no significa más ingresos
En el nivel macro, la productividad agregada de EEUU ha aumentado en más del 250% desde principios de la década de 1970, mientras que los salarios por hora se han mantenido estancados. Esto significa que el crecimiento de la productividad no solo se ha concentrado en un conjunto estrecho de empresas, sino también que la productividad y los ingresos laborales del mercado se han disociado. La consecuencia fundamental de esto es que los salarios ya no desempeñan el papel redistributivo central que han desempeñado durante décadas. En pocas palabras, los aumentos en la productividad del capital no se traducen en mayores ingresos medios, una ruptura del contrato social en el que descansan las economías liberales.
Los remedios son más difíciles de obtener que los diagnósticos. No está claro, por ejemplo, si la aplicación de tratamientos económicos antiguos revertiría las tendencias actuales. Impulsar las «reformas estructurales» y diseñar políticas macroeconómicas estrechas dirigidas exclusivamente a aumentar la productividad podría forzar a los trabajadores occidentales a competir con la tecnología en mayor medida, lo que agravaría la precariedad. Tal vez nuestros arreglos económicos actuales solo pueden producir crecimiento a nivel agregado, al tiempo que reducen los niveles de vida de la mayoría de las personas.
¿Soluciones?
El debate sobre las soluciones recién empieza. La reducción de la desigualdad económica requerirá reformas de la educación y los impuestos, y la presión tributaria se desplazará decisivamente del trabajo al capital. Los países occidentales también necesitarán crear nuevos mecanismos redistributivos para complementar el papel decreciente de los salarios en sus economías.
Si los líderes occidentales deben contener, y en última instancia sofocar, las convulsiones políticas que sus países están experimentando ahora, no tienen más remedio que responder creando modelos de crecimiento nuevos e inclusivos.
Pueden leer la nota completa en inglés en https://www.project-syndicate.org/commentary/political-convulsions-despite-economic-growth-by-manuel-muniz-2017-10