Reproducimos a continuación una columna de Enrique Mario Martínez, coordinador del IPS, escrita en septiembre de 2019 e incluida en La Economía Popular no existe (2023)* , que mantiene una vigencia total en las actuales circunstancias. En estos días, el IPS prepara junto al diputado Eduardo Toniolli (Unión por la Patria) una propuesta legislativa basada en el derecho a comer, que contempla la institucionalización de los comedores populares, el análisis de su financiación, la ley de acceso a la tierra y otros derechos vinculados que no están asegurados en la Argentina. Les dejamos a continuación la columna prometida:
El derecho a no tener hambre
La alimentación, la vivienda, la indumentaria, han sido cuestiones
de la humanidad.
Sean cuales fueran las relaciones de poder internas, una obligación básica de quien fijó y se
benefició con las reglas sociales, fue asegurar la alimentación de sus vasallos, fueran esclavos
o libertos. Gran parte de las guerras anteriores al siglo XVIII buscaron asegurar la alimentación
de poblaciones en expansión, en tiempos que los espacios que producían excedentes sobre
el consumo local eran la excepción.
El capitalismo cambió esos escenarios, como varios otros. Al convertir todo factor de
producción en una mercancía, incluso el trabajo, bajo la hegemonía del capital para comer,
alojarse o vestirse se necesita desde entonces contar con el recurso económico para comprar
alimentos, ropa o el techo temporario o permanente.
Lo que era un derecho, garantizado por el señor, dejó de serlo y ninguna institución, sea por
tradición cultural o formal, tiene la responsabilidad de revertir ese estado de cosas.
Se postula que cada uno debe ganarse el pan con el sudor de su frente.
Eso implica poder acceder a un derecho de segundo piso: el derecho a trabajar, producir
bienes y servicios, intercambiarlos con sus compatriotas. Sin embargo, esto nunca pasó de
enunciaciones genéricas en la Constitución o en normas derivadas. En la práctica y en la
subjetividad general, trabajar depende de las decisiones que tomen los capitalistas buscando
el lucro. Tanto es así que el vocablo central es empleo, entendiendo que se trata de trabajar
en el marco que el capital define. El resto es considerado trabajo informal, no registrado,
precario, pasajero, hasta que se consiga un empleo.
El trabajo, en ese contexto, debería generar los recursos para comer y demás. Ni siquiera eso
se da en la Argentina de este tiempo.
Trabajar no es sinónimo de acceder a una calidad de vida mínima. No trabajar, en
consecuencia, es estar en un pozo aún más profundo.
La actual emergencia alimentaria es por lo tanto emergencia laboral, que además es
emergencia de equidad distributiva, que finalmente es emergencia del derecho a vivir.
Es necesario ver el hambre como urgencia extrema. La condición para que desaparezca esa
urgencia es discutir los derechos que deberíamos poder ejercer en una democracia
económica que no sea una mentira permanente, donde pasan por la Tierra argentina decenas de millones de personas para que un puñado de seres sin rostro se apropien de toda ilusión
o alegría que no sean las deportivas.
No es utópico. Ni siquiera es tan difícil. Como un aporte a marcar el sendero a recorrer,
deberíamos atender la emergencia alimentaria potenciando la oferta de la producción
popular, que hoy tiene dificultades para superar el bloqueo de los grandes comercializadores
y distribuidores, generadores y beneficiarios simultáneos del hambre. Cooperativas lácteas,
productores de panificados, horticultores, fruticultores, productores de cerdos y ovinos de
todo el país pueden reforzar sustancialmente la oferta alimenticia y además pueden ser
convocados a atender los canales que se han diseminado por doquier en una sociedad
confundida, angustiada, pero que mantiene el instinto de solidaridad para la supervivencia.
Ese hecho tendrá un efecto cascada, invitando a otros compatriotas, buena parte de ellos hoy
sufriendo hambre, para que se sumen a la producción de alimentos, con la seguridad que eso
mejorará su calidad de vida.
Es esencial tener una mirada integral sobre los derechos económicos básicos. Si el hambre es
solo consecuencia de una pésima gestión de gobierno; si creemos que la falta de trabajo es
producto de no haber convocado adecuadamente a los dueños del capital; si trabajar a
tiempo completo y cobrar menos que una canasta básica se naturaliza, como efecto de una
crisis que sobrevuela desde no sabemos; si no podemos vincular todos esos elementos y
entender que hay que salir por encima del laberinto del capitalismo, en lugar de someterse a
él; en tal caso: No habrá futuro.
8 de septiembre de 2019
*Quienes deseen recibir gratuitamente el PDF de La Economía Popular no existe, pueden escribir a [email protected]