Desde su creación en 2006, la escuela patojista ha buscado sistematizar un método de enseñanza alternativo y popular, que se desarrolla en barriadas atravesadas por conflictos sociales, pero que puede adaptarse a distintos contextos porque no busca ser una “educación para los pobres”. A 11 años de sus comienzos, un numeroso equipo de educadores y profesionales comprometidos con el método desarrolla la puesta en práctica de este modelo que ya cuenta con 300 alumnos. La idea central de este modelo pedagógico es poner el acento en la organización comunitaria y el acuerdo por medio del diálogo, dos metas difíciles de alcanzar en la convulsionada realidad social guatemalteca.
La experiencia de Los Patojos comenzó y se ha desarrollado en Jocotenango. De esa zona es oriundo Romero, el creador e impulsor del proyecto pedagógico que ya cuenta con dos centros en los que los chicos aprenden conceptos básicos, arte y producción de alimentos. La necesidad de la experiencia surgió cuando su creador se ausentó varios años de su municipio natal y preguntó por sus amigos de infancia. “Al regresar, todas estaban muertos o en la cárcel y vi a otro montón de niños en la calle. El ciclo se iba a repetir”, relató en una nota aparecida en El Periódico, de Guatemala.
Patojo es una forma familiar de referirse en Centroamérica a los niños. Es un modismo que se utiliza en forma cariñosa y con respeto, por eso Juan Pablo Romero decidió utilizarlo para su proyecto. La esencia de Los Patojos es crear escenarios de convivencia para asegurar el derecho de las personas a la educación, la salud, el arte, la cultura, el deporte, en el marco del desarrollo comunitario.
El sistema, que recibe financiamento particular y de organizaciones internacionales como JustWorld y Give Kids a chance Foundation, propone una educación libre, sin competencia ni estadísticas, que no tenga como objetivo ni pregone el lucro y que incluye una mirada local que propone atender especialmente “el fortalecimiento del desarrollo socioecónomico del municipio, del país y la región”, según explican en su página web.
Además de los conocimientos que adquieren, los alumnos y sus familias participan activamente de la atención de necesidades primarias de la comunidad. Los Patojos- reconocida oficialmente como escuela en 2014- tiene un sistema de asistencia primaria de la salud en una clínica comunitaria, comedores y unidades productivas de alimentos.
El esquema planeado por Romero y su equipo no se detiene en la educación inicial. El proyecto planea extenderse hasta la educación universitaria y aspira a ser adoptado en otras regiones. En poco tiempo esperan inaugurar la Universidad de las Artes Los Patojos, una idea que los impulsores de la escuela ya tenpian en sus inicios. “Le dijimos al país que íbamos a construir una universidad y lo estamos cumpliendo, y no son logros de un presidente o un empresario corrupto, lo está logrando un grupo de jóvenes soñadores, gente común y corriente», se enorgullece Romero en una entrevista de El Diario, de España.
“Buscamos sistematizar esta práctica para que se convierta en una corriente como lo son las escuelas Waldorf, Montesori o cualquier otro sistema de enseñanza, queremos que se pueda hablar del pantojismo como otra opción posible de mejorar la educación, nunca pensé en Los Patojos como un espacio de caridad”, concluye.
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