Surgida como un experimento del New Deal en 1937, la ciudad de Greenbelt, en Maryland, es un curioso caso de comunidad participativa en la que proliferan las cooperativas y las experiencias por fuera del lucro. Sus 24 mil habitantes tienen supermercados, farmacias, cafés, escuelas y hasta compost comunitarios. Ejemplo de lo que en el Primer Mundo se denomina “Nueva Economía”, vale la pena conocer los éxitos y los fracasos de este ensayo popular.
Los consumidores que visitan la página web de Greenbelt Coop Supermarket se informan de que “en Estados Unidos solo el 33,6 por ciento de los ingresos de las grandes cadenas se reinvierte en la comunidad local”. En ese supermercado, en cambio, se les da prioridad a los productores locales y todos sus ingresos quedan en la ciudad. Cuando un interesado se acerca a la cooperativa de vivienda Greenbelt Homes, le explican que la casa que elija será su vivienda, pero que no se trata de una compra inmobiliaria porque su membresía está supeditada a las decisiones de todos los asociados y cada reforma o venta debe consensuarse.
Son situaciones atípicas en una sociedad cuna del capitalismo como la norteamericana. Sin embargo, forman parte de la cotidianeidad de una ciudad con profundas raíces comunitarias. El Greenbelt Coop Supermarket tiene 11 mil asociados en una ciudad de 24 mil habitantes. La Greenbelt Home es la opción más elegida por los ciudadanos para tener su vivienda. La cooperativa Greenbelt Nursery School, inaugurada en 1942, es el espacio elegido para el inicio escolar de los chicos y el café cooperativo New Deal el lugar preferido para distenderse.
¿Qué sucede en Greenbelt para que la comunidad prefiera asociarse y planificar una vida sociativa? Es una historia que merece conocerse.
Las ciudades experimentales
El gobierno de los EE. UU. Probó un enfoque diferente a la vivienda pública durante la gran depresión mediante la creación de tres ciudades que fueron planificadas y subsidiadas a nivel federal. La idea era construir comunidades donde pudieran trabajar los estadounidenses pobres y los campesinos desplazados. Pese a que el plan original era diseminar estas experiencias, solo se construyeron tres de estas «ciudades con cinturones verdes». Así surgieron Greenhills, en Ohio; Greendale, en Wisconsin y Greenbelt, en Maryland, la única ciudad que en la actualidad mantiene el espíritu comunitario que le dio origen.
En los orígenes, Greenbelt fue poblada por familias que debían demostrar su predisposición solidaria. A partir de las primeras 885 viviendas entregadas en 1937, la pequeña ciudad comenzó a desarrollar experiencias cooperativas con el impulso estatal. Cuatro años después, con otras mil casas entregadas, la comunidad ya había creado la Cooperativa Greenbelt, una desarrolladora de negocios comunitarios que incluía una financiera, un gran almacén, una peluquería, el cine de la ciudad y una cooperativa de viviendas. En todos los casos, los estatutos establecían que todas las acciones costaban el mismo precio y para la toma de decisiones regía el principio “un miembro, un voto”.
La difusión del cooperativismo era tal que hasta los chicos formaron su propia asociación, la Child Gum Drop, que se inició con el aporte de 10 centavos de los 92 niños que la conformaron para comprar útiles escolares y golosinas. Así se desarrolló la comunidad, hasta que en 1945 perdieron el apoyo oficial.
Ese año, el gobierno norteamericano dio por concluida la experiencia de las ciudades verdes y decidió poner en venta las casas en el mercado inmobiliario para que las comunidades se rijan con las mismas reglas que el resto de las ciudades del país. Greenhills y Greendale fueron subastadas y perdieron su carácter solidario. Pero los vecinos de Greenbelt se pusieron de acuerdo para comprar las casas y mantener su economía colaborativa, y lo hicieron subsidiados por su propia cooperativa financiera.
Quiebra y recuperación
El crecimiento de las cooperativas en Greenbelt fue exponencial y abarcaba casi todas las actividades comerciales, pero esa expansión, que incluso se extendió a ciudades vecinas, provocó una crisis a finales de la década de 1960 que puso en riesgo todo el sistema cooperativo y obligó al cierre de la mayoría de las experiencias.
Cuando parecía que el experimento Greenbelt había llegado a su fin, los residentes decidieron retomar la iniciativa y en 1984 formaron una nueva cooperativa, la Greenbelt Consumers Cooperative, que atendiendo a la experiencia fallida estableció que su finalidad es el apoyo a la comunidad y a otras cooperativas, y que “no puede expandirse más allá de Greenbelt”.
Una tercera oleada cooperativista comenzó en la ciudad en 2014. Unos 40 vecinos se reunieron y formaron la Incubadora Cooperativa Greenbelt, para analizar propuestas de nuevas sociedades comunitarias. Se presentaron 21 ideas y si bien algunas fueron puestas en marcha por grupos interesados sin llegar a conformar nuevas cooperativas, de esas reuniones surgieron actividades participativas solidarias como talleres de jardinería para chicos, reciclado de productos y elaboración de compostaje, todo sin fines de lucro.
La experiencia de la Incubadora sirvió también para clasificar las ideas y tener en cuenta sus limitaciones para los proyectos futuros. Lore Rosenthal, uno de sus impulsores, explicó en una nota publicada en el sitio web In These Times las lecciones de esa convocatoria: “Observamos que algunas ideas están adelantadas a su tiempo, algunas ideas son más adecuadas para las organizaciones sin fines de lucro financiadas por subvenciones y que la difusión de una nueva economía requiere del crecimiento de la base de voluntarios”.
Desde hace 80 años esta pequeña localidad inaugurada por Franklin Roosevelt opta por caminos productivos alternativos y su espíritu solidario sobrevive en pleno corazón del capitalismo. Se puede argumentar que es un experimento aislado, pero su historia continua contra todos los pronósticos.