Enrique Mario Martínez*
Somos muchos, muy probablemente la mayoría de los interesados en que este gobierno infernal termine, los que nos ubicamos en la platea esperando que se diluciden las alianzas y convergencias mínimas para llegar a un proceso electoral que pueda ser rotundo, que abra una etapa al menos de reflexión creativa, con vocación de atender a las mayorías.
Sabemos o intuimos que el camino será muy difícil, porque el poder económico que se benefició con esta banda está intacto, con refugios relevantes como el sistema financiero. No es el lugar éste para desplegar programas de gobierno, que por otra parte comienzan a florecer, con mayor o menor vocación de transformación estructural; con mayor o menor ingenuidad.
Quiero usar este texto, que sé que algunos centenares de compatriotas leerán en las próximas semanas, para reflexionar sobre un elemento en que es necesario trabajar, desde el llano donde estamos o desde el gobierno donde estarán los elegidos: la construcción colectiva.
Estoy convencido que hay que convertir el Estado de Bienestar en un Estado Transformador, que modifique varios componentes de la estructura productiva y su correlato institucional. Eso no se podrá hacer sin participación popular. Y la participación es más, mucho más, que la presencia masiva en la calle, con consignas que bajan desde la cúpula.
La participación requiere la reconstrucción de un tejido de confianzas mutuas, que supera el reclamo o la protesta; que coloca en lugar central al hacer juntos.
Hace casi cinco años que en nuestra asociación civil, Construcción Colectiva, verdadero laboratorio social, estamos haciendo experiencias de organización popular para atender necesidades comunes. Tratamiento de efluentes; remediación de arsénico en agua; energía renovable en pequeña escala; relación de productores pequeños de alimentos con sus consumidores y varias cosas más las hemos encarado con éxito variable. Además de algunos errores técnicos, el obstáculo central siempre fue la incapacidad nuestra y de nuestros interlocutores de asumir las tareas como importantes, más allá de las rutinas cotidianas.
Todo fue valorado; todo parece posible, aún en el caso de buscar recursos económicos; pero la masa crítica aparece con cuenta gotas.
En estos últimos dos años nos hemos concentrado en las redes de producción y distribución de alimentos. Identificar productores populares, diez puntos. Pensar sistemas para transformar la distribución y comercialización en un servicio, para que dejen de ser un negocio, también diez puntos. Concretarlo, ha dependido de que los consumidores fueran atendidos sin demasiados cambios de conducta.
Todos Comen, el programa que se expone con detalle y variantes en www.produccionpopular.org.ar y que tiene una página de FB (Todos Comen), busca abrir el abanico al máximo.
Todo consumidor debiera tener allí la posibilidad de sumarse, con formatos flexibles, que culminan en la última propuesta de Consumo Popular Organizado. Con una solo condición: pensar y hacer de manera colectiva.
Es más: lo ofrecimos para CABA, pero ahora estamos dispuestos a pensar juntos, para cualquier lugar de la Argentina, con la complejidad que eso tiene.
La retribución: comprar a la agricultura familiar y a la industria pequeña y de calidad, a precios inmejorables, y contribuir a crear una base de confianza mutua que nos haga ver el día de mañana de otro modo. Además, nos dará elementos para reclamarle a nuestros representantes en los diversos ámbitos de gobierno conductas similares.
Vean la página web mencionada, vean la hoja FB señalada, asuman pasar de la platea al césped de la cancha.
Cualquier duda, escriban a:
[email protected] (Silvia)
o a:
[email protected] (Eduardo)
*Coordinador del IPP