El Mercado de la Estepa está emplazado en Dina Huapi, a 20 kilómetros de Bariloche, en la provincia de Río Negro. Reúne a 250 productores regionales de artesanías que se organizaron para evitar la explotación de los intermediarios, mejorar sus productos y recuperar antiguas técnicas de producción regional que se estaban perdiendo. Con 16 años de historia, el Mercado logró reunir a productores de 17 parajes y centros urbanos rionegrinos para que su trabajo sea reconocido y 350 familias puedan tener un ingreso digno por los productos que antes casi regalaban.
Las producciones familiares de la estepa rionegrina sufren una postergación histórica. Son núcleos rurales aislados por falta de caminos adecuados, que hacen muy difícil el acceso durante el invierno. Como en otras zonas de la Argentina, la dificultad para comercializar sus productos o conseguir un empleo lleva a que los jóvenes emigren hacia los grandes centros urbanos, donde suelen terminar en condiciones de marginalidad y pobreza.
En 2000, la organización Surcos Patagónicos comenzó a trabajar en la organización de los productores hasta entonces dispersos para ayudarlos a asociarse y a comercializar directamente sus productos, evitando la explotación de los mercanchifles (intermediarios que pasan por los pueblos y pagan precios miserables a los productores).
“El comienzo no fue fácil, costo creer en un espacio propio, había miedo a organizarse. Pero a partir de que logramos instalarnos, en las asambleas surgieron las necesidades comunes y las ideas para solucionarlas”, recuerda Ana Basualdo, una de las integrantes del Mercado de la Estepa, que produce tejidos artesanales.
En 2008, el Mercado de la Estepa, formado mayoritariamente por mujeres, creó su propia asociación civil cuya comisión directiva, integrada por las artesanas, creó un sistema representativo para que todas las comunidades que lo integran tengan responsabilidades rotativas y se den pautas de trabajo. Entre las decisiones del colectivo, figura que no se aceptan productos de reventa o industrializados y que la forma de participación es asociativa, como miembros de una comunidad, no a título individual.
Con el tiempo el Mercado de la Estepa logró consolidarse, con el apoyo del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y algunos programas provinciales de fomento a la economía popular. Además del crecimiento del salón de ventas de Dina Huapi, se construyeron Salones Comunitarios en distintos parajes donde viven los productores para que tengan un espacio para realizar talleres y actividades productivas, una forma de mejorar el trabajo y afianzar la comunidad de las artesanas.
Para las artesanas que trabajan con fibras textiles se creó un Banco de Lana, un fondo solidario de insumos que les permite proveerse de materia prima seleccionada en las provincias de Río Negro, Chubut y Neuquén. La Fundación Surcos Patagónicos compra con un fondo rotativo de dinero los vellones. De esta manera, cuando una hilandera necesita materia prima toma un vellón de lana, lo hila y luego devuelve únicamente el equivalente de su costo con lana hilada. El resto del vellón es de la artesana. Este sistema permite que la provisión de materias primas sea autosustentable.
El avance de la experiencia ha permitido superar la situación de explotación a la que se sometía a las artesanas. “Antes vendíamos muy barato a los mercachifles o se hacían trueques. Ahora los mercanchifles que nos pagaban monedas nos dicen que le sacamos mucho valor a los productos, que ganamos mucho, que eso no lo vale porque las artesanías eran productos que hacían las mujeres para matar el tiempo porque no hacían nada”, comenta Basualdo.
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