Carlos Menem ya nos advirtió, con su discurso a la vez simple e irresponsable: “Pobres hubo y habrá siempre”.
Con esa mochila que invita a la resignación, los que bregamos por la justicia social transitamos por este siglo, apabullados por cifras del 60% de pobreza en 2002, que cayeron a menos de la mitad en 2015, que vuelven a subir velozmente. En verdad, hace años que sin tener planes efectivos a la vista, nos concentramos en discutir cómo se mide la fiebre, más que en eliminarla.
Para peor aparece la pobreza estructural en el discurso. No teníamos suficiente con la común, que nos agregan la especial.
La pobreza estructural, según el discurso de funcionarios y de expertos que aspiran a ser funcionarios luego que se vayan los actuales, es aquella que se traslada entre generaciones, que no se atenúa cuando un ciclo económico se recupera de bajas tasas de crecimiento.
Uno diría que si la llamamos estructural es porque debe tener causas estructurales, a las cuales deberíamos identificar y producir los cambios necesarios para que todos tengan acceso a una vida mejor.
No es lo que dicen los funcionarios o comunicadores con más presencia pública. Carolina Stanley (La Provincia – San Juan – 27.11.16); Daniel Arroyo (INFOBAE – 18.3.17) o Jorge Colina (El Economista – 17.8.16), por mencionar solo algunos de una larga lista, ponen las causas en la falta de empleabilidad de los pobres y por lo tanto lo que se debería hacer es “reforzar la educación; la formación laboral; combinando con asistencialismo en un período de transición hasta generar los empleos genuinos, formales y de calidad”.
La causa de la pobreza estructural, definida por J. Colina es: “las débiles capacidades para generar sus propios medios de sostenibilidad y progreso”.
O sea: la causa está en los mismos pobres.
Aisladamente, se encuentra algún planteo que quiere ser estructural, como el de Nicolás Merchensky (El Territorio – Misiones – 8.10.09), que sostiene que la pobreza se elimina con desarrollo. Llama desarrollo a agregar nuevas ramas industriales, que generen más demanda de empleo. O sea: no propone cambiar cualitativamente la estructura, sino hacerla más compleja. Para el desarrollismo, en definitiva, la pobreza no se genera en las relaciones de producción sino en la falta de inversiones.
En Europa se discute de modo diferente cuando se habla de pobreza estructural. La bibliografía es infinita, pero para reducir a un ejemplo con información valiosa, invito a ver “Ser pobre en España” – BBC Mundo 6.2.13 -, para advertir que allí se relaciona claramente la pobreza con la estructura productiva y con la evolución económica. Por eso se la llama estructural, porque la estructura excluye y empobrece. En ningún rincón de esa nota se pone en responsabilidad de los pobres salir del problema por su propia iniciativa. Quien quiera ratificar este criterio puede navegar los mares de Internet, para encontrar dos tipos de análisis:
- Los de políticos y cientistas sociales que ponen el eje en las relaciones de producción.
- Los de organismos internacionales, que se corren a la derecha y equilibran los planteos estructurales con el canto de la empleabilidad.
En la Argentina, quien quiera tener acceso a las audiencias masivas no puede decir que la pobreza estructural es causada por el sistema económico y que solo podrá ser eliminada cambiando ese sistema. Solo se puede subir al púlpito pasándole el fardo a los propios pobres y mistificando lo estructural, considerándolo lo permanente del sufrimiento intergeneracional.
No se trata de una discusión teórica abstracta. Rotundamente, si la gran mayoría de la pobreza la causa la estructura productiva y nuestros gestores públicos -estén en el gobierno o en su antesala – niegan eso, seguramente el problema nunca se resolverá.
CON LA GENTE ADENTRO
La pobreza se elimina a través del trabajo productivo. Pero el capitalismo no asegura la generación de trabajo productivo para todos. Esta no es una afirmación dogmática sino que se puede verificar por doquier en el capitalismo globalizado.
Por lo tanto, no es calificando la oferta de trabajo, para que hipotéticos inversores la convoquen, como se cambiará el escenario.
Es empezando al revés; esto es: identificando problemas comunitarios de toda índole que no estén resueltos ni que estén en vías de serlo por aplicación de la lógica de generación de renta para un capitalista. La lista es enorme y cubre cada una de las facetas de la vida.
Desde la alimentación y la vestimenta, hasta el cuidado del ambiente, la salud, la educación o la generación de energía, pueden mirarse de manera distinta y superior a la actual, si se prioriza entender los déficits actuales y se diseñan los caminos de solución efectiva. Esos caminos necesitan la formación técnica de los compatriotas, incluyendo la mejora de su capacidad de pensarse como constructores sociales en lugar de ser simples vendedores de su fuerza de trabajo.
Las experiencias nacionales e internacionales son enormes y muchas de ellas se han discutido – y siguen discutiéndose – tanto en www.produccionpopular.org.ar como en la nueva hoja www.laredpopular.org.ar .
Tema por tema se puede y debe discutir que esta es la forma de reducir hasta eliminar la pobreza. Claro, es condición perderle el miedo a hablar de cambio de estructuras. Solo así dejaremos de mentirnos y mentirle a los compatriotas, hasta cuando usamos términos sensibles como “estructural”.
Enrique M. Martínez
19.3.17