Además de gozar de un prestigio que las ubica entre las mejores del mundo, las universidades alemanas tienen la particularidad de que son gratuitas tanto para los residentes locales como para los extranjeros. El sistema tiene un costo inicial para el país, pero el balance final resulta sumamente beneficioso por lo que hay una política de Estado que fomenta que los extranjeros cursen sus estudios superiores en las aulas alemanas.
Una de las banderas que agitan los liberales argentinos es que el modelo de universidad gratuita tiene un costo innecesario para el país y que además de que debería ser arancelada para los argentinos. En esa crítica, uno de los argumentos más fuertes es que además de que hay argentinos que podrían pagar una cuota, miles de estudiantes extranjeros “aprovechan” para cursar carreras universitarias públicas a costa de los impuestos que pagan los argentinos. La muletilla de esos críticos suele ser que hay que copiar a los “países serios” (la forma de calificar al Primer Mundo).
No hay dudas de que entre esos países “ejemplares” que señalan figuran Alemania, Noruega, Islandia, Suiza y Finlandia. En todos los casos, sus universidades son gratuitas y están abiertas bajo el mismo régimen para los estudiantes locales y los extranjeros. Naturalmente el sistema tiene una restricción en la mayoría de estos países que es la condición de hablar el idioma local para poder anotarse. Pero en el caso de Alemania hay una política que incluye muchas carreras que se cursan en inglés. No es el único incentivo para los extranjeros, los alemanes invierten 365 millones de dólares anuales para que a las aulas de su educación superior asistan miles de estudiantes de todo el mundo.
¿Esta apertura educativa es un gasto filantropico? Para nada. El DAAD (Servicio Alemán de Intercambio Académico), estima que cada estudiante extranjero le cuesta al estado alemán 14.600 dólares anuales, pero esa cifra se compensa sin problemas en el transcurso de la carrera. Si el 40 por ciento de los estudiantes que se anotan viven durante 5 años en Alemania para estudiar, cubren ese costo inicial con el pago de impuestos en la ciudad en la que residen. Naturalmente, esos números cierran.
El beneficio para Alemania no termina allí. El DAAD registra que el 50 por ciento de los estudiantes extranjeros se queda a vivir en Alemania, son jóvenes que asimilan la cultura alemana, educados bajo programas que cubren las necesidades específicas de ese país y que suelen ser emprendedores que desarrollan negocios que dejan ganancias por mucho más que la módica suma que el Estado invirtió en ellos.
Berlín es la ciudad alemana que mayores beneficios obtiene de este intercambio, unos 25 mil extranjeros estudian allí y movilizan la actividad económica de la región.
Respecto de los propios alemanes, la política universitaria tiene un sentido igualitario e incentiva a que los jóvenes de cualquier clase social pueda cursar una carrera. En 2006, hubo un fallo judicial que abrió la posibilidad a que las universidades cobraran una arancel semestral de entre 500 y 650 euros, pero resultó tan impopular que la mayoría de las universidades optó por mantener la gratuidad, y las que aplicaron el arancel pusieron un valor mucho menor, de entre 200 y 250 euros.