El cine nigeriano se ha convertido en una de las industrias más prósperas de ese país y ha logrado incluso un espacio en plataformas internacionales como Netflix. Vale la pena analizar la historia de este fenómeno denominado Nollywood, que tienen un origen netamente popular, de producción artisanal y realizado con presupuestos ínfimos. Con temas de interés local, con el acento puesto en las historias africanas, al alcance de pequeños grupos, es un ejemplo de las posibilidades que ofrece la producción popular de cultura. Más allá de las concesiones que pueda tener a partir de su éxito mundial y la participación de grupos de inversion internacionales, vale la pena conocer la historia de un movimiento que surgió de una necesidad social y creció genuinamente representando su cultura.
Hacia la década de 1980, el cine de producción local había prácticamente desaparecido en Nigeria. Una década después, jóvenes directores empezaron a adapatarse a la realidad que les imponía su país y crearon las primeras películas en formatos económicamente viables (VHS, VCD y DVD), con presupuestos mínimos y sin lugares para comercializar sus producciones. En esos momentos el cine de Hollywood tenía el 90% del mercado.
Uno de los aciertos de estos grupos amateurs fue el de enfocarse en historias que respondieran a la idiosincracia local. En el cine occidental los africanos tienen dos papeles posibles: o son pobres explotados que sufren terribles consecuencias a causa de intereses económicos poderosos o son sanguinarios que ponen en riesgo el modo de vida de Occidente. Pero no se tocan temas que forman parte de la vida cotidiana, ni se relatan historias con héroes locales, surgidos muchas veces de tradiciones populares.
En 1992, el primer gran éxito de esta nueva corriente fue Living in bondage (Vivir en la esclavitud), vendida en ferias populares y canales alternativos, fue una demostración de la necesidad de los nigerianos de reconocerse en las películas que consumían. Nollywood es solo una parte de este movimiento, la más difundida porque utiliza el idioma inglés, pero hay otras corrientes que están destinadas a las lenguas más difundidas en Nigeria, un país con casi 200 millones de habitantes, formado a partir de unas 300 etnias.
Con sucesivos éxitos se fue creando un circuito comercial alternativo que dió paso a ferias específicas de venta de videos de cine nigeriano. La popularidad creciente en las siguientes dos décadas generó incluso un negocio de piratería de los videos originales. La producción actual es de unas 1.500 películas anuales, que dan trabajo a cientos de miles de nigerianos en una industria que conserva gran parte de sus rasgos de origen.
Las películas de Nollywood no tienen nada que ver con la estética cuidada de las producciones occidentales. Los efectos especiales son burdos, alguien se traga una pitón mediante un collage que recuerda a las experimentaciones de los pioneros del cine en los comienzos del siglo XX, las armas disparan chispas, los escenarios son sumamente precarious y el vestuario remite con frecuencia al concepto de disfraz. Si bien actualmente los rodajes pensados para la venta internacional empiezan a supercar los 50 mil dólares, todavia hay muchas producciones que apenas gastan 10 mil dólares.
El fuerte de este cine artesanal es la historia que se cuenta, con héroes, lecciones morales, aspectos religiosos, rituales, problemáticas cotidianas y el acento puesto en la aventura. En los primeros años, se repetían las formulas que tenían éxito y muchas veces los guiones se improvisaban sobre la marcha. En los últimos años, se ha profesionalizado toda la producción, pero se intenta mantener el espíritu de edición popular que caracteriza a ese cine.
Gran parte del mercado del cine nigeriano sigue siendo informal. Hay canales de películas y cines dedicados a la producción nacional que permiten alos directores obtener ingresos formales por venta de entradas y reproducciones públicas, pero el circuito más fuerte es el de las ferias de venta y alquiler de videos. La profesionalización vino de la mano de grupos inversores extranjeros que han llevado algunas producciones al mercado mundial, incluso a la plataforma Netflix.
Los gobiernos nigerianos han intentando regularizar la actividad atentos al crecimiento del negocio. Entre 2011 y 2013, el entonces presidente Goodluck Jonathan creó fondos de estímulo por más de 200 millones de dólares. En 2015, se legisló para prevenir la piratería, pero los avances tecnológicos hacen muy difícil el cumplimiento de la norma y gran parte del negocio queda a manos de quienes no agregan valor al material original.
Cabe destacar que la producción cinematográfica se considera la segunda actividad económica generadora de empleo, detrás de la agricultura. Si bien la informalidad del sector impide tener cifras oficiales, se calcula que hay cerca de un millón de trabajadores en la industria. Este año se espera que la exportación de películas nigerianas mueva mil millones de dólares, cifra que la convierte en un mercado central en la economía nigeriana.
La singularidad de este cine responde a características locales y a una necesidad de los pueblos africanos de encontrar historias propias en el cine ¿es posible reproducir ese fenómeno en otras regiones como la Argentina o latinoamérica. Los trabajadores del sector tienen la posibilidad de analizar esa factibilidad. Se trata de un movimiento surgido con una mirada muy popular, casi folletinesca, sin pretensiones ni búsquedas discursivas profundas. ¿Habrá espacio para este tipo de expresiones originales en estas latitudes?
Para más información:
Documental Blockbusters de Nigeria (DeustecheWelle)
El video original de Living in bondage (1992)