El anuncio de la corporación Unilever de que las actividades de la fábrica de mostaza Colman’s se reducirían a lo largo de 2018 para terminar con su cierre definitivo en 2019 movilizó a la comunidad de Norwich, en Norfolk, Inglaterra, donde esa empresa funciona desde 1858. La tradicional marca que se exporta a todo el mundo seguirá a manos de la multinacional alimentaria, que empezará a producirla en otra localidad inglesa (Burton) y en Alemania. Luego de una campaña de un diario local para evitar el cierre y la movilización de organizaciones sociales y de los más de 300 trabajadores que perderán su fuente de trabajo, un grupo de ciudadanos decidió recaudar fondos para organizar una cooperativa de propiedad comunitaria para preservar el trabajo y mantener la tradición bajo la denominación Norwich Mustard.
El mensaje de Unilever es terminante y sincero. Su vicepresidente de Cadena de Suministro, Jon Strachan, asegura que la decisión de cerrar la fábrica de Norwich es “difícil” para los empleados, pero es “lo mejor comercialmente para la compañía”. La corporación había comprado la marca Colman’s en 1995 y seguirá produciéndola, pero ya lejos del lugar en el que funciona desde hace 160 años. Starchan deja al menos un consuelo: “la leyenda ‘Colman’s of Norwich’ seguirá en la etiqueta de los frascos”.
La primera reacción al anuncio de Unilever fue del diario local Eastern Daily Press, que organizó una campaña que recogió 11 mil firmas para pedir que no se cierre la fábrica. Pero frente al anuncio de que la decisión de Unilever era indeclinable, el empresario social Robert Ashton comenzó a contactarse con organizaciones sociales para alentarlas a recaudar fondos y organizar una cooperativa que haga su propia mostaza con los trabajadores despedidos y el apoyo de la comunidad.
«La propiedad de la nueva marca sería de la gente de Norwich ya que todos los accionistas serán locales, o al menos sienten afecto por Norwich y, por supuesto, por su tradicional mostaza, hay un interés muy grande por las cooperativas lideradas por la comunidad”, sostiene Ashton en una nota publicada en el sitio edp24.co.uk.
Los organizadores lograron conseguir en 24 horas el 20 por ciento de las 6 mil libras necesarias para poner en funcionamiento la empresa por medio de una campaña de fondos con la que esperan definir también la composición de la cooperativa con los accionistas comunitarios. También recibieron el subsidio de la organización Power to Change, que respalda iniciativas comerciales de la comunidad.
“Las cooperativas comunitarias son una forma justa, abierta y emprendedora de que las personas que sienten una fuerte convicción sobre algo puedan participar de una acción concreta por llevarla adelante, más allá de la protesta y obtener además modestos beneficios con esa acción”, afrima Ashton.
La idea de os organizadores, además de preservar la fuente de trabajo y la tradición, es fomentar el cultivo local de semilla de mostaza en Norwich para que la nueva empresa se abastezca con producción local.